divendres, 2 de juny del 2017

La ciencia de los secretos: por qué es tan duro mantener oculto un secreto

Aquí teniu un article diferent per a relaxar-se també i desconnectar de la feina. Que vagi de gust.

La ciencia de los secretos: por qué es tan duro mantener oculto un secreto:

Guardar un secreto puede llegar a ser una carga más grande para nuestra mente de lo que en primera instancia puede parecer.
La ciencia de los secretos: por qué es tan duro mantener oculto un secreto
No es ningún secreto, válgase la redundancia, que todos tenemos secretos. Y a su vez, guardar un secreto puede llegar a ser una carga más grande de lo que en primera instancia puede parecer. De hecho, una investigación reciente sugiere que puede ser tan duro mantenerlos que incluso pueden llegar a limitar la capacidad de hacer otras cosas. Una relación mental ‘secreto-carga’ tendría una serie de consecuencias para la psicología cognitiva, perceptiva, social y para la salud. Diez estudios demuestran que los secretos que las personas tienen están relacionados con un bienestar inferior.
Mantenerlos ya imaginábamos que puede ser agotador. Ya sabes: los que no mienten no necesitan recordar tantas versiones. Además, está eso de las excusas para tapar el primer secreto o incluso alguna mentirijilla que se va transformando en varias hasta convertirse en un nudo de hechos del que ya no se pueda salir. Vamos, que sale más rentable en esfuerzo no guardarse nada.
De todas formas, no es duro sólo por esta razón, y un secreto, según los investigadores, puede ser una carga sólo por la intención de ocultar la información —el ocultamiento en sí ya es un problema–, sin necesidad de tergiversar la verdad.
Y la verdad —hablando de la verdad—, podría parecer que la mayoría no ocultamos tantas cosas como para que sean un drama diario; sin embargo, en seis estudios, que consultaron a más de 5.000 estadounidenses a través de Internet, así como otros cientos físicamente en la ciudad de Nueva York, los encuestados dijeron que estaban ocultando actualmente alrededor de 13 categorías distintas de secretos en promedio.
Empezando por el principio, se supone que hay dos tipos de secretos. Existen los que personalmente son preocupantes para nosotros y tienen alto potencial de inducción al estrés porque se presentan muy a menudo, y otros que, aunque no tienen por qué ser menos grandes o importantes, no causan preocupación diaria porque no se demanda decirlos. Albergar los secretos preocupantes pueden influir en los juicios de percepción, e incluso en el comportamiento, por lo que los investigadores recomiendan revelarlos. Sólo con decirlo a alguien se elimina el efecto extraño. “Cuando hablas acerca de tu secreto, comienzas a pensar de manera constructiva —procesarlo, darle sentido, aprender cómo hacerle frente— y la reducción de tu preocupación por este, hace que deje de ser una carga”, según Michael Slepian, psicólogo de Columbia Business School.
Pero dentro de los dos tipos, además, hay categorías. Los secretos más comunes son los pensamientos de infidelidad (pensar en tener relaciones con otra persona, mientras que ya se está en una relación), deseos románticos (estando soltero, no confesar estar enamorado) o el comportamiento sexual (consumo de pornografía, fantasías no satisfechas, etc.). Esta tabla muestra los 10 más comunes y aquí tienes el resto.
La novedad es que las personas sorprenden a sí mismas pensando espontáneamente en sus secretos, aunque no estén en una situación social que requiera ocultarlos. “Aunque la intención del secreto es ocultar, rara vez se necesita ocultar activamente el secreto, pero aun así vaga por la mente a menudo, fuera de los contextos de ocultación, y esa frecuencia con la que nuestros secretos vagan por la mente es la que predice un bienestar inferior”. Hay un pensamiento rumiante torturando al sujeto con el secreto. Sospechosamente, independientemente de la frecuencia de ocultamiento, la frecuencia con la que pensemos en estos secretos es la que predice un bienestar inferior (mientras que lo contrario no ocurre). Es decir, nos hace sufrir más el hábito de pensar en ellos, torturarnos a nosotros mismos con él, que el proceso de ocultarlos frente a otros a quienes no se los queremos decir.
Puede que sea la culpa, o la conciencia. El caso es que, como decía Confucio: “No hay nada más patente que lo secreto, ni nada más tangible que lo recóndito”. Si tienes que guardar uno, Slepian sugiere comentarlo anónima o confidencialmente. Supongo que también valdría no tenerlos, aunque puede que esta solución sea aún más difícil.

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